Los sonados casos de corrupción, estafa, conductas anti éticas en el lugar de trabajo y en las relaciones interpersonales, así como esa pérdida irrecuperable, según algunos, de los valores en la familia dominicana hace que cuestione la moralidad en la República Dominicana.
Un hecho comprobado es la radical oposición de la población a todo acto que afecte su bolsillo y su orgullo, por ello llama la atención ver como el boom de las redes sociales ha convertido en ”revolucionario” a todos los inconformes, opositores del status quo, antagonistas del gobierno, de la iglesia, de la comunidad gay, en fin a todo aquel que exprese un hecho más que evidente y clame, escudado bajo la forma de un tweet o un comentario, por sus derechos o por los que cree tener.
Sin embargo la gran revolución de la era de la información nos ha hecho olvidar un hecho trascendental: El cambio empieza por uno mismo. ¿Cómo le exigimos honestidad a un funcionario público cuando un padre promedio da RD$200.00 a sus hij@ para que los ayuden en las pruebas nacionales? Esta doble moral amparada en la idea de que “todo el mundo lo hace”, está provocando que los más jóvenes vean estas acciones como buenas y válidas. Exigimos calidad educativa mientras le hacemos las tareas a nuestros niñ@s, exigimos transparencia y evitamos pagar impuestos, desdeñamos las mentiras y sin miramientos nos auto declaramos autores de cuantos párrafos encontrados vía google utilicemos para las tesis y trabajos universitarios.
Sócrates entendía que el buen ciudadano debe obedecer aun las malas leyes, para no estimular al mal ciudadano a violar las buenas, es por ello que predicar con el ejemplo no puede caer en desuso. Hasta que nos toca, todos somos acérrimos detractores de las conductas indecorosas, criticamos sin censura a todo aquel que corrompa las normas, aunque solo sea una presunción, nos oponemos a la promoción del morbo, el racismo, la discriminación, el clientelismo, el enriquecimiento ilícito y otros males comunes de esta media isla.
Dañamos sin contemplaciones la reputación de cualquier funcionario (público o privado) y endiosamos a un presentador de televisión en menos de un minuto, solo por citar un ejemplo. Es más sencillo exigir la persecución contra el crimen cuando el cuello de alguien mas es el que se pone en riesgo; en algún momento de nuestras vidas cada uno ha sido víctima de una conducta reprochable, pero ¿cuantos la hemos denunciado y llevado nuestra acción hasta la últimas consecuencias?
Mis postulados se remiten a que intentemos cambiar el mundo mediante la transformación de nuestro modo de vivir, he aprendido que tenemos que ser responsables de lo que decimos y de lo que callamos. Sin importar el medio que utilicemos, las palabras no bastan, hace falta algo más que un tweet para revolucionar el mundo y nuestras acciones dejan una huella más profunda en el corazón de la gente que una frase escrita por un autor que nunca hemos leído.
Me gustó tu cita de Sócrates.
ResponderEliminarCon respecto a lo de subir en un pedestal a cualquier periodista que "denuncie" la corrupción. Es triste también ver la falta de profesionalidad y el sensasionalismo de Roberto Cavada o la manipulación de las noticias por parte de Alicia Ortega para hacer más comercial la noticia, el bajo nivel en la televisión, nuestras películas y el mal humor de nuestros comediantes y como estos están en un pedestal.
Nuestras noticias parecen ser trailers de películas de terror y acción. Invitandote como todo comercial publicitario a ver las escenas inéditas de un asesinato, asalto o cadaver... violando la sensibilidad del espectador y llevándolo a la pérdida de esta mientras deprimen al espectador con su repertorio pesimista, mostrando cada vez más un país que se cae a pedazos y no tiene salvación, donde el espectador común no tiene más remedio que mostrar una promovida indiferencia y un gran escepticismo hacia toda noticia alentadora o positiva.
:(