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9.13.2011

La Migración circular y la ilegalidad Migratoria como base para un Mejor Futuro


Nacida en una sociedad con una identidad pluricéntrica, la confluencia de nacionalidades a mí alrededor es extensa y diversa; la migración internacional actual tiene dos aristas: el estímulo hacia la movilidad entre países y las fuertes barreras al ingreso y permanencia en los lugares de destino. Seducidos por el “sueño americano”, que para los casos presentados puede ser de otra nacionalidad, el inmigrante dominicano y/o haitiano se deja embriagar por la esperanza que constituyen las “extraordinarias” ofertas laborales de los grandes mercados capitalistas, sin tomar en cuenta que sus derechos, en calidad de extranjeros, tienen limitaciones y los nativos gozan de cierta exclusividad.

República Dominicana siempre ha sido una sociedad de emigrantes e inmigrantes, la idea de encontrar mejores oportunidades en el exterior está directamente vinculada a nuestra identidad, al punto de que el “dominican york”[1] es un personaje clásico del folklore dominicano. Mi vida no ha sido una excepción, el hecho de nacer en una provincia fronteriza y contemplar a casi toda mi familia partir hacia tierras extranjeras en busca de “un mejor futuro” ha hecho que mire la migración con diferentes matices.

El incremento de las movilizaciones de ciudadanos o personas de origen haitiano hacia territorio dominicano es una situación excepcional. La presencia haitiana se siente más que ninguna otra por el hecho de que son nuestros vecinos más próximos, sobretodo a raíz del sismo acaecido en enero del 2010, asimismo, la particularidad de compartir media isla con un pueblo tan desigual económicamente y de características poblacionales y variables migratorias tan distintas pero con miles de historias en común provoca que el tema migratorio sea una constante en el acontecer dominicano.

La realidad de la migración golpea duramente cuando se considera como única opción. El migrante, sin importar su procedencia, no se percibe de la misma forma en las zonas urbanas que en las rurales; para el caso en cuestión la visión cambia debido a que el campesino dominicano acepta por naturaleza al inmigrante extranjero pues, posiblemente su familia o allegados han recurrido a esta práctica y el recibo de remesas se ha convertido en su principal modo de subsistencia, por el contrario, el inmigrante urbano es visto como un intruso que ocupa puestos de trabajos y consume el presupuesto de la nacional utilizar sus servicios indiscriminadamente.

La comunidad dominicana en el extranjero se incrementa casi a la misma velocidad con la que la población haitiana se instala permanentemente en nuestro territorio. Independientemente de los factores que pueden motivar la inmigración, el económico es la causa más general, de ello que se relacione directamente con la incertidumbre hacia el futuro, la inseguridad política y/o social, la escasez de plazas laborales u oportunidades reales de desarrollo humano.

Expertos dominicanos y una gran parte de la población está de acuerdo en que la ausencia de una política migratoria precisa y el incumplimiento de las leyes al respecto ha causado que el tema de la migración haitiana adquiera un matiz complejo; la cooperación interestatal en esta materia también ha sido precaria y poco efectiva pues “el Estado sigue defendiendo un monocentrismo cultural y económico excluyente, que deja al margen a los grupos sub alternos, asociados fundamentalmente a la pobreza, a la haitianidad y a la negrura”[1]. Mientras la “invasión pacífica” (como comúnmente se le llama a la éxodo masivo de haitianos a Republica Dominicana) llega a nuestro territorio, cientos de jóvenes dominicanos ante la escasez de oferta laboral y atemorizados por el desempleo académico buscan oportunidades de estudio/trabajo en el extranjero, con la esperanza de conseguir empleos mejor remunerados y enfocados a sus áreas profesionales y, en algunos casos, formar una familia a fin de obtener los documentos necesarios para residir de manera permanente en el país receptor.
Los esfuerzos institucionales no son suficientes,  la debilidad que muestran las autoridades de ambas naciones para regularizar el status del migrante ilegal y/o indocumentado en el país y crear ofertas de empleo decentes para los dominicanos provoca que el empleo informal y el sub-empleo continúen incrementándose, derivando en la formación de círculos de pobreza alrededor de las zonas urbanas, donde los trabajos vulnerables y los contratos discriminatorios son la norma, mientras que durante el éxodo estos individuos son victimas frecuentes de la trata y tráfico de personas, y se ven sentenciados a sufrir vejaciones, a ser discriminados, maltratados, abusados en algunos casos y en los casos más extremos, a morir en manos de la naturaleza como ocurre con los viajes ilegales que parten de República Dominicana hacia Puerto Rico.

La migración desordenada, las lagunas legislativas, y la ausencia de políticas públicas efectivas pone en tela de juicio la actividad del Estado como organismo de control y provoca que los cientos de ONG´s, locales y sustentadas por fondos internacionales, que trabajan el tema se aprovechen de sus recursos y debilidades con fines lucrativos que atentan contra el bienestar de los más necesitados.

Ante las múltiples variables, cabe mencionar el panorama asimétrico desde el punto de vista político, económico y social que poseen los países receptores: Republica Dominicana para el caso haitiano y Estados Unidos y algunos países de Europa para los dominicanos. Las condiciones de vida que presenta el lado oeste de La Española  convierten a Republica Dominicana en un atractivo destino para los haitianos, paradójicamente, los dominicanos salen  masivamente hacia países más desarrollados, donde se entiende que hay mayores oportunidades y donde la esperanza de regresar a su tierra natal a vivir sin preocupaciones se hace mas real.
Con el aumento persistente del flujo de haitianos el temor de los dominicanos por su identidad y territorio también se ha ido creciendo,   Bissainthe (2002) lo describe de la siguiente forma: “La idea de la ocupación o del peligro no está en lo militar sino en lo moral y lo espiritual. Ellos se refieren a la movilidad de la fuerza laboral haitiana a través de la frontera. Se ha creado estereotipos sociales del inmigrante haitiano basados en factores ideológicos y políticos-culturales que se manifiestan lamentablemente en función de un rechazo socio-cultural del obrero dominicano a los trabajos agrícolas, de construcción, etc. Así el obrero haitiano de baja calificación, gana un espacio laboral en el cual expresa su pasividad, aceptando las condiciones laborales de cualquier manera que sean.”[2]

Las cosas suelen estar mejor en este lado de la isla, sin embargo cada año más jóvenes dominicanos mueren en el Canal de la Mona a causa de los tiburones, intentando llegar a Puerto Rico en embarcaciones débiles y sobrepobladas. Aquellos con más posibilidades económicas y con un nivel educativo mínimo, prefieren probar suerte en Europa o en Norteamérica, donde los empleos derivados del servicio domestico, en el sector turístico o en la prostitución garantizan una estancia medianamente acomodada y un sueldo que le permite mantenerse discretamente y enviar dinero a los que se quedan.

Como joven graduada con honores de la Universidad y subempleada en una institución estatal durante 6 años, mi única esperanza es que los esfuerzos hechos durante mi vida estudiantil rindan sus frutos y me permitan obtener una beca de estudios en el exterior, pues las especializaciones para mi área son sumamente costosas y encontrar exenciones para aliviar la carga económica es casi imposible, pues mi licenciatura está saturada de profesionales.

Cada día jóvenes prospectos, con buenos índices académicos, proactivos, historiales impresionantes de servicio comunitario, estrellas deportivas y un montón de actividades extra curriculares deseosos de un futuro mejor se marchan hacia Europa o Norteamérica con el fin de estudiar y conseguir empleos en sus áreas profesionales, tarea casi titánica en los países en vías de desarrollo, donde los costos de la educación superan por mucho los sueldos mínimos y, en algunos casos es deficiente; las plazas laborales decentes son escasas y el índice de desempleados y de desertores estudiantiles aumenta cada año en todos los niveles.

La denominada “fuga de cerebros” ralentiza la producción de capital humano que genera mi país, pues el Estado ha invertido sin espera de compensación alguna,  en la educación de esos jóvenes que parten, en la mayoría de los casos, sin deseos de regresar a la tierra que los vio nacer, en el contexto macroeconómico se podría entender de la siguiente forma, dichos jóvenes son adquiridos en principio como bien de inversión del país de origen y luego pasan a formar parte del capital productivo del país de acogida convirtiéndose para su país en un productos no consumidos.

Una escena similar es la que viven nuestros hermanos haitianos. Es común verlos en nuestras universidades, hablando una lengua que no es la propia, trabajando en un país que no es el suyo sin deseos de regresar pues la inestabilidad política, el inexistente crecimiento económico el precario desarrollo social, la criminalidad creciente sumado a los otros males que han afectado al país en los últimos años hacen que el regresar no sea más que un mito; más usual aún es observar la frecuencia con la que miles de haitianos arriesgan su vida ante la permeabilidad de la frontera, cruzan el Masacre[3] a pie para introducirse sin documentos de identificación en el comercio informal, trabajos vulnerables o simplemente a mendigar en las calles .

Las costas dominicanas son testigos silentes de éxodos similares, constantemente hombres y mujeres en edad de trabajar zarpan de manera ilegal hacia Puerto Rico embarcaciones frágiles, las cuales, por su sobre población, están destinadas a zozobrar en el canal de la Mona sin dejar nombres para recordar ni cuerpos para sepultar. En otros casos son interceptados por autoridades nacionales y/ o extranjeras quienes los repatrían hacia hogares donde ya no hay nada, pues entregaron todo lo que tenían para costear el viaje.

La falta de regulación o la poca efectividad de la legislación nacional favorecen una migración desorganizada y persistente que arriesga la sostenibilidad económica del Estado para asumir los costos provenientes de ciudadanos que llegan al país en condiciones irregulares. Del vacío legislativo y deviene un comportamiento irresponsable de un considerable número de ONG´s que trabajan en pro de la defensa de los inmigrantes en el país, pero que solo toman bajo su tutela a la persona de origen haitiano, como grupo vulnerable y tema constante de debate público, se aprovechan de las subvenciones otorgadas en pro de lucrarse jugando de esta forma con las motivaciones de los desplazados voluntarios e involuntarios que viven con esperanza el sueño lejano del regreso.

Ante un escenario tan pesimista, el aporte y la incidencia de las comunidades de inmigrantes es incalculable. La lucha contra la indolencia estatal debe superar las simples críticas a un Estado permisivo en el cumplimiento de la ley. De allí viene que una educación en valores que promuevan la tolerancia y el trabajo forma jóvenes con miras a poner su país en alto sin importar donde se encuentren y a trabajar por la reconstrucción y fortalecimiento de su Patria.

Una de las Instituciones con la cual colaboro a titulo voluntario promueve iniciativas que motivan a los jóvenes a mirar a nuestros vecinos de una forma distinta. Los haitianos dejan de ser nuestros históricos enemigos para convertirse en aliados de la lucha contra la pobreza, co- creadores de conocimientos y hermanos por un futuro mejor.

Mediante la impartición de conferencias, la participación de paneles y conversatorios con jóvenes de ambas naciones se fomentan vínculos de trabajo, comprensión y hermandad; a través de las jornadas comunitarias voluntarias en ambas naciones es más fácil creer que construyendo juntos  es posible tener la patria que todos deseamos.

Mediante el trazo de estrategias mancomunadas, enmarcadas a reformar las políticas públicas y la situación de cada país y caracterizadas por la jovialidad, espontaneidad y entrega que caracteriza a la juventud se allana el camino para que los lideres emergentes se involucren en la realidad de sus naciones, conozcan el aparato político y puedan impulsar de una forma positivas las reformas que tanto anhelamos.

Mi experiencia como voluntaria me ha enseñado a amar a mi prójimo, sin importar de donde venga o lo que mi familia piense. Veo al inmigrante como un ser valiente, decidido, dispuesto a arriesgar todo lo que tiene con tal de ofrecer un futuro mejor a su familia.

Veo a inmigrante cuando recuerdo que mis padres dejaron todo en su pueblo de origen para garantizarme la educación que ellos no tuvieron y el futuro que siempre desearon.



[1] Pág. 199. Gonzalo Ramírez de Haro, Dolores Brandis, Teresa Cañedo-Argüelles, Teba Castaño, Luis Escolano. Efectos de la Migración Internacional en las Comunidades de origen del Suroeste de la Republica Dominicana. Editora Búho. Año 2009.República Dominicana ISBN:978-9945.427-69-1

[2] Pág. 66. Bissainthe, Jean Ghasmann. Paradigma de la Migración Haitiana en República Dominicana “Migración, Raza y Nacionalidad”. Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Editora Búho. Año 2002 Republica Dominicana.

[3] Rio binacional entre Haití y República Dominicana, parte de las fronteras naturales entre las dos naciones. 

[1] La jerga popular dominicana define al “dominican york” como cualquier persona de origen dominicano que reside en los Estados Unidos, generalmente en Nueva York. 

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