Por: Sabrina M. Rivas Pérez, publicado en http://youthink.bancomundial.org/temas/empleo/en-b%C3%BAsqueda-de-un-trabajo-decente
El fenómeno reciente de los llamados "indignados" que ocupan
plazas públicas en todo el mundo es un llamado de alarma: la educación
ya no es una garantía para conseguir empleo.
Aunque la generación
actual sea la más entusiasta, esté preparada para los cambios
tecnológicos y tenga más educación que la que recibieron nuestros
padres, a finales del año 2010, 75.1 millones de jóvenes entre los 18 y
24 años se encontraban desempleados.
Según la Organización Internacional de Trabajo (OIT)
el mercado laboral juvenil “suele reflejar una precariedad del mercado
laboral juvenil expresada en desempleo y/o acceso a empleos con un
reducido nivel de salario y sin acceso a protección social”.
En
resumen, en tiempos que nos exigen prepararnos continuamente pero que
solo ofrece a los jóvenes, en su mayoría, ingresos poco dignos además de
exiguas condiciones y perspectivas de desarrollo profesional. ¿Qué
pasará con los encargados de allanar el futuro de un planeta en crisis?
Sin
embargo, la actual crisis de empleo obliga a muchos jóvenes a buscar
trabajo por primera vez sin mucha ayuda y orientación y muchos
empleadores piden experiencia previa. Por lo tanto, los jóvenes recién
egresados de la universidad no son contratados y pierden la oportunidad
de adquirir la experiencia necesaria. Esta situación se convierte así en
un círculo vicioso.
Indirectamente se empuja al joven a asumir
empleos no reconocidos por el mercado, o a lanzarse al emprendimiento
por necesidad, haciendo de su trayectoria laboral una experiencia muy
accidentada.
El “desempleo académico” aumenta de forma
vertiginosa. Cada día, los jóvenes con mayor educación tienen que
emplearse en puestos por debajo de su nivel, mientras, quienes poseen un
nivel inferior generalmente disponen de menos alternativas laborales ya
que sus necesidades de generar ingresos son inmediatas.
La OIT afirma que la generación Ni-Ni (ni trabaja, ni estudia)
conforma el 39.9% de los jóvenes de mi país la República Dominicana.
Esta generación de desempleados está conformada por jóvenes que
terminaron sus estudios superiores y por aquellos sin educación que han
abandonado sus estudios.
Estos últimos pueden ser personas que
afrontan con pesimismo la búsqueda de empleo, pues reconocen que muchos
puestos para trabajadores no calificados están siendo ocupados por
diplomados o licenciados. Así que ellos se convierten en algo así como
desempleados voluntarios.
No podemos negar que mejorar la calidad
de la enseñanza continúa siendo una asignatura pendiente para muchos
Estados y la articulación con el mercado laboral en el nivel superior es
aún insuficiente. Sin embargo, es abrumador el temor de que nuestra
calidad de vida futura sea inferior a la de nuestros padres.
Las
manifestaciones a nuestro alrededor, inclusive en mi país, son un
llamado a no subutilizar el preciado capital humano que conforman los
jóvenes, a invertir en los sistemas educativos y de formación, y a
implementar políticas fiscales dirigidas a fomentar el empleo productivo
y el trabajo decente.
La economista Sara Elder de la OIT nos
motiva a mantenernos activos, mediante voluntariados, redes sociales o
pasantías, pues afirma que la falta de participación puede generar un
sentido de descontento social, que solo contribuiría a autoexcluirnos.
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